segunda-feira, 25 de abril de 2011

Ideologicamente confuso / Decálogo

Hace tiempo que oigo hablar de la muerte de las ideologías.


Los más sesudos se atreven incluso a afirmar que, en la actualidad, por no haber no hay ni siquiera partidos políticos. Según ellos, todo se reduce a una guerra de siglas en un desesperado intento por ampliar su espectro y conseguir así un mayor número de votantes. A estas alturas de la era de la información resulta de una ingenuidad apabullante creer aún que se vote a un partido en lugar de a la persona escogida por spin doctors para representarlo (Aún no he conocido a nadie que se haya molestado en leer el programa político de su candidato antes de emitir su voto).
Honestamente, yo no veo diferencia ninguna en términos de grado de idiotez entre militar en un determinado partido político o ser seguidor de un equipo de fútbol. Mi naturaleza me ha llevado siempre por decantarme más hacia la izquierda que a la derecha, aunque para un disléxico confeso como yo (diferencial del que siempre he estado orgulloso) el asunto ese de izquierdas o derechas no puede sino tener una importancia relativa.


Ante la necesidad de definirme ideológicamente se me ocurre la siguiente reflexión:
1-Pasando por alto por alto una fascinación pasajera durante mi adolescencia por jóvenes ultraderechistas pijos de Lacostes y Ray-Bans (que todos los sábados por la mañana acostumbraban a vender libros sobre Jose Antonio y compañía en la llamada mesa literaria en la Placa de l'Ajuntament), mis simpatías siempre se han inclinado más por los postulados reformistas de los liberales que el de los defensores del status quo y las buenas costumbres).
2-El problema del cliché. Si tu talante es tirando a rojillo, se entiende ipso facto que te gusta Lluís Llach, el cine de autor, el yoga y el Budismo, el Toyota Prius más que un todoterreno (para cuando no uses el carril bici), prefieres el calimocho frente a la Coca-Cola, el turismo rural frente a la vulgaridad de las playas alicantinas, el multiculturalismo y la comida nicaraguense frente al fast food imperialista. (Por el mismo motivo, apestas a derechona si te gustan los puros habanos, la solemnidad de las procesiones de Semana Santa, afirmas creer en Dios (en lugar de en la energía), Norma Duval, la ropa de los domingos, las familias numerosas, la caza mayor y menor o ir a Extremadura de monterías.
3-Nunca podría ser progre porque Greenpeace y otros grupos ecologistas me producen un tedio enorme y, por lo general, sus seguidores me parecen muy mal vestidos. (toma cliché...) Algo similar me pasó en mi fase más euskalduna, mis simpatias con los aberzales acabó por sus cortes de pelo (tanto el de ellos como el de ellas) tipo flequillito cortado a tazón, laterales cortos y rala melenita á-la-yonqui.
4-De mis padres aprendí a ser descreído sin dejar, eso sí, de creer en alguna cosa. Crecí en un hogar donde se propiciaba más la lectura que el ejercicio físico. Como oí recientemente decir a un hombre sabio al respecto de lo de mens sana in corpore sano, "por todas partes te repiten machaconamente que hagas ejercício y practiques algún deporte, pero hasta el día de hoy aún no he oído a nadie pedirle a un futbolista que lea un libro...
5-Si pienso en política social la ausencia de ese sentimiento solidario por las clases desfavorecidas me hace decantarme, infelizmente, hacia la derecha, unicos adalides defensores de la propiedad y del fruto del esfuerzo personal. En mi descargo dire que pensar así no es difícil viviendo en un país como Brasil machacado por altísimos impuestos necesarios para mantenter a flote una gran parte de la población acostumbrada a vivir de la caridad del Estado.


6-Si hablamos de política exterior, mis simpatías con el estado de Israel y su derecho a existir me coloca como compañero de cama nada más y nada menos que a personajes como al ex-presidente Aznar o a la ex-independentista Pilar Rahola (que siempre se han manifestado a favor del estado judío).
7-Por cierto, que a quien le extrañe esta ambivalencia, entre un lado y otro, le recomiendo leer Hitch-22 donde Christopher Hitchens (aka Hitch) cuenta en sus memorias su evolución desde su militancia más radical en la izquierda hasta lo que algunos hoy en dia identificarían, horror de los horrores, con la ideología neocon.


8-Los pecados de la izquierda, especialmente la internacionalista, son muchos y demasiado chirriantes como para ignorarlos. Y eso es interesante, porque de los pecados de la derecha siempre se ha hablado y siempre los hemos tenido presentes, sobre todo los que hemos crecido en una España democrática aún traumatizada por 39 años de franquismo.


9-La supuesta superioridad moral de la izquierda hace que a nadie sorprenda oír hablar de escándalos de corrupción y abusos de poder de políticos peperos (especialmente si lucen esas pintas de mafiosos con gafas oscuras a lo Fabra o look casposo a lo Berlusconi).


10-Mi desafecto por los progres y su pack sectario* (que incluye apoyo ciego al frente polisario y el pueblo saharauis, movimientos de liberación de Palestina, nacionalistas de todos los colores y pelajes (curiosamente, algunos de ellos, borderline fascistas) por no hablar de otras iniciativas antis supuestamente ecologistas (anti nucleares, antiincineradoras y antitaurinos) es sólo equiparable a mi desagrado por los carcas y meapilas.


*Un buen ejemplo lo pudimos ver recientemente durante la última convocatoria del Gay Pride en Madrid cuando la organización, alineada con el pack progre (prietas las filas y, si se me permite la gracia, también las nalgas) se puso en evidencia al vetar la participación en el evento de un grupo israelense en supuesta solidaridad por el sufrimiento del pueblo palestino, obviando que es justamente en Tel Aviv donde los oprimidos por su tendencia sexual encuentran la única posibilidad de llevar un vida tranquila en Oriente Medio independientemente de si es gentíl, arabe, druso, semita o camita.




Um comentário:

  1. Te defines muy bien en el decálogo, por eso me gustas tanto, eres un Unicum con tus contradicciones perfectamente (des)integradas :-)

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