domingo, 9 de agosto de 2009

Look as -Tienes nombre de discípulo

Tu aún no lo sabes y sin duda te sorprenderá saberlo, pero lo cierto es que no pasa un dia que no te recuerde. Veo tu cara seria, inquisidora e infantil mirándome fijamente, con los ojos grandes y abiertos como si todavia estuvieran esperando una respuesta, una explicación que quedó pendiente. Y es que realmente es una pena que en la vida no siempre tengamos respuestas al alcance. Si no las tenemos para nosotros mismos, mucho menos para darlas a los demás.
Tu eras joven, yo no tanto. O mejor pongámoslo así; yo aún era joven; tu, jovencísimo. En tu inmadurez mostrabas una fría madurez prematura que incluso me producia escalofrios al compararla con mi ya legendaria inmadurez. Hasta parecia que era yo quien apenas tenía 21 y no tu.
De todos mis crímenes el peor fue no quererte como querias que te quisiera. Solamente ya por eso merecía la condena. Sr. Juez, otorge su Ilustrisima una condena ejemplar para el acusado. En la corte marcial de tu corazón el único veredicto posible era el de culpable por alta traicion. La defensa no precisó preparar grandes alegatos ni recurrir a tretas para sensibilizar al jurado. El proceso fue rápido y meramente formal. El cadalso ya estaba siendo preparado y el matarife ya afilaba su cuchillo de matar cerdos cuando la sentencia fue hecha publica. Como no podía haber sido de otro modo, en la silenciosa sala no hubo protestas ni se anunció la interposición de un recurso. El Sr. Juez no precisó pedir orden ni desganitarse golpeando con el martillo sobre su mesa de madera. El reo, con la vista baja dirijida a la punta de sus zapatos escuchó y aceptó sumiso la condena. Y tu, fiscal, personificando al mismo tiempo la acusación particular y la víctima, me mirabas dolido,-aunque eso si, muy digno- satisfecho de que se hiciera justicia. Porque yo te traicioné, si. Te traicioné a ti y me traicioné a mi mismo, y envueltos en ese torbellino de traiciones nos perdimos hasta no ser capaces de reconocernos mutuamente. Por lo menos yo dejé de reconocerme. Al mismo tiempo dejé de reconocerte a ti. No es difícil de imaginar pues ya en ese momento ni siquiera era yo quien yo quería (o pretendía ) ser. Hacia tiempo que en ese baile de identidades el yo-amador se venía confundiendo con el yo permanentemente insatisfecho siempre embarcado en infeliz búsqueda de alternativas a la realidad. Como si estuviera buscando mi vida fuera de la vida para alcanzar ese otro yo cada vez más distante. Aquella versión de mi mismo mejorada y definitivamente mucho mas felíz. Versión que siempre se mostró evasiva y cuya imagen se deformaba hasta desvanecerse completamente como el de mi rostro reflejado en el agua al ser golpeada por la piedra, justo en el momento en que yo -cuan Narciso, pero con mejor fortuna- me agachaba para mirar.

Mientras tanto la vida pasa. A los dias les siguen las semanas y los meses. De repente ya hace un anyo de todo. El recuerdo de aquella familia creada por y para nosotros (tu, yo y la perrita Cleo) se convierte en un recuerdo nebuloso, del que tan sólo destacan episodios anecdóticos. Como cuando me siento en el sofá y veo la parte que mordió Cleo siendo aún cachorro a las pocas semanas de traerla a casa.

Claro que me da pena. Como da pena siemrpe que se pierde algo bonito cuya ausencia te entristece. Y lo que tuvimos fue bonito, muy bonito. Por lo menos hasta que dejó de serlo. E incluso cuando dejó de serlo también tenía su encanto, fíjate como son las cosas. El recuerdo de aquella ilusíon por crearnos un presente que antecediera a un futuro aún mejor me acompanya y me estimula para próximos intentos -porque habrá de haberlos- de ser feliz en pareja.

De ti nunca supe nada más. Tuve que respetar tu derecho a la distancia y tiempo, tan necesario para la recuperación después del naufragio. Por Richard, nuestro amigo común en Londres, ne enteré que finalmente acabaste tus estudios en la Universidad Metodista y que optaste por sustituir tu planeado viaje a Europa por otro a los EEUU. Me alegro mucho que lo hayas conseguido y que consigas retomar tu vuelo. Un vuelo alto y que sin duda aún te llevará más lejos. Y donde estés te acordarás de mi, como yo te estoy recordando en este momento. Tan solo espero que el tiempo acabe diluyendo toda aquella rabia y frustración. Yo, por mi parte, tan solo guardo las cosas buenas, que no fueron pocas. No habia nadie más feliz dando cuenta de la pizza calabresa del Pizza Hut de Bandeirantes o como cuando, ya vestidos y listos para salir, nos mirábamos y decidíamos de repente pasar la noche del sábado en la cama viendo una peli en DVD (hasta que te quedabas dormido en mi pecho y yo retomaba, cuidadosamente y sin hacer ruido, la lectura de mi libro).

Retazos de una vida cotidiana y tranquila, ajena a una realdiad superior pero cuyo recuerdo sigo llevando conmigo. Porque el corazón tiene muchos compartimentos. Algunos de ellos secretos y tan escondidos que probablemente nunca sean descubiertos ni profanados.

Um comentário:

  1. te leo, te leo, y me gusta...quizás haya algo tan bonito escrito por ahí para mí...ojalá!

    ResponderExcluir