terça-feira, 4 de agosto de 2009

Siempre en Abril

Retrocedamos un poco en el tiempo....Londres, Abril 2003

Son las 2 a.m cuando salgo de la discoteca Popstarz junto a King´s Cross pero aún no me quiero ir para casa. Allí se que me espera Oscar, el niño rubio de ojos azules y mente perturbada con el que me vine a Londres tras mi frustrado intento de convertirme en controlador aéreo. Sin embargo, una vez más, decido adentrarme en la noche y caminar hasta las inmediaciones del British Museum donde como cada noche se reúne en Bloomsbury Square una variada fauna con los deseos y las urgencias similares a las mías. La verdad, poco que ver con el famoso grupo de Bloomsbury, los intelectuales de comienzo de siglo abanderados por Virginia y Leonard Woolf, muchos de ellos con tendencias similares, pero mucho mas refinados , tipo Lytton Stratchey.

Las sombras que se mueven entre los arbustos y cruzan los caminos del parque apareciendo y desapareciendo a ambos lados me indican donde se encuentra la acción del momento. Me acerco a un grupo, una melé compuesta de manera espontánea por 6 o 7 desconocidos que dándome la espalda se apiñan alrededor de dos jóvenes que, ajenos por completo al publico, se entregan alegremente en su frenesí. Uno de ellos, de pie, aprieta con ambas manos la cabeza del más joven que agachado y entregado está satisfaciéndole con la boca al tiempo que le soba con ambas manos las nalgas desnudas. Dos de los mudos espectadores también están sobándole las nalgas al primero. Nada tiene de especial la escena, una melé más de las que se forman y se deshacen espontáneamente respondiendo a misteriosas consignas a lo largo de cualquier noche a esas horas de la madrugada. Mientras me aproximo y observo en respetuoso silencio la acción, aprovecho para examinar a los miembros del grupo y me fijo en uno que esta a mi lado, de aspecto joven, delgado y con gafitas que me lanza miradas interesadas. Yo aún no lo sé, pero su nombre es Rodrigo, de Sao Paulo y con él voy a vivir los próximos 3 anos en Londres y en Valencia.

Tras intercambiar unas miradas que expresan inequívocamente un interés mútuo nos apartamos del grupo y nos dirigímos a otro rincón del parque buscando algo de privacidad (si a eso se puede aspirar un sábado noche como este en el parque del centro de la ciudad con mayor número de gays por metro cuadrado). El lugar escogido es un oscuro extremo del jardín protegido por un árbol cuyo tronco retorcido a ras de suelo podría servir de asidera en caso de necesidad a los más salidos...

La magia, esa reacción química arbitraria y espontánea no tarda en producirse. Comenzamos a besarnos (hecho insólito e íntimo en un lugar de esas características que ya en si indicaría a cualquier espectador que se trata de un encuentro especial) y al tiempo vamos liberando apresurados, como si tuveiramos los minutos contados, todas las capas que se interponen entre nuestros cuerpos, las manos avanzando en la oscuridad hasta encontrar la dureza de miembros que pronto quedan expuestos a la claridad de la luz de la luna. Se nos aproxima un chaval joven, guapo y sin duda atractivo que quiere participar del festín pero a una señal de Rene entiende que se trata de un evento privado y que en esta ocasión su participación no es bienvenida. Cualquier otro día yo habría estado mas que feliz de enrollarme con el, pero ese día no había espacio para terceros. Tras el fogoso encuentro y una vez satisfechas las urgencias más básicas de cualquier ser humano, siguió la presentación formal y un segundo paso que es el de conocernos personalmente. Huelga decir que son pocos los encuentros producidos en ese tipo de lugares que sobreviven hasta esta segunda parte, pues la mayor de las veces cada uno sigue su camino consciente de la sordidez del encuentro pero satisfecho e su fuero interno e incluso con una pizca de hambre. El mundo al revés pensarían muchos. Sin embargo, en el mundo de los hombres, nada tiene de especial conocerse carnalmente antes que personalmente.

Nos sentamos en un banco del parque, ajenos a las miradas de los desconocidos que vienen y van y que continúan desfilando ante nosotros en dirección a los arbustos y los numerosos escondrijos que ofrece el parque a las 3 horas de la mañana. Aún hay tiempo para más acción.

Se nos pasan las horas hablando, cada vez estamos más interesados en continuar conociéndonos. Quizás es así como debería ser siempre. La conversación relajada como una sobremesa con copa y cigarro y sin las urgencias sexuales que determinan todas las conversaciones en los comienzos de una nueva relación.

Londres, Abril 2005

Superar el desamor es un proceso doloroso del que rara vez se sale indemne. Los menos afortunados, entre los que me incluyo, consiguen ver la luz al final del túnel solamente como resultado de una larga y penosa negociación con los hados. El olvido a base de cócteles de tiempo y distracciones de todo tipo de género nunca es terapia suficiente.

Acudes derrotado a la mesa de negociaciones impulsado por el más básico instinto de supervivencia, dispuesto a ceder a las exigencias de la otra parte - oponente mucho más fuerte- con la única aspiración de que te dejen tranquilo. Sólo pides continuar penosamente con tu vida hasta que el/la causante del desasosiego llegue a convertirse en un fantasma de carácter domestico con el que terminas por aprender a convivir.

Ese fantasma, con su presencia etérea e intermitente se convierte en un invitado silencioso y de esos que dan poca guerra, no te molesta en tu trasiego por la casa o en la cocina, ni te incomoda al tropezarte con el por el pasillo, e incluso amablemente levanta los pies para que puedas pasar la aspiradora al lado del sofá. El convidado de piedra llega a confundirse con los muebles de la casa, mimetiza los colores sombríos de las estanterías y los tonos pastel imperantes en las paredes del dormitorio -según dictado de Casa-Jardín. Se convierte en tu fiel sombra y en discreto acompañante en tus salidas matinales a la calle, los dos resplandecientes con la primera luz del día.
Cada mañana, al verlo reflejado en los escaparates en tu camino a la estación te devuelve la mirada y te saluda con sonrisa sospechosamente burlona. Acostumbrarse a él requiere cierta presencia de ánimo y llega a convertirse, irónicamente, en un aliado inesperado en tu lucha diaria contra la temida soledad. La misma soledad a la que la ausencia física del amado te había empujado.

De esta manera tan poco heróica, llega el buen día en que te levantas y te sorprendes del increíble cambio de prioridades que sin previo aviso ha tenido lugar en tu cabeza de la noche a la mañana y como por arte de birlibirloque -como si en realidad no hubiera sido un largo y penoso proceso a base de lentísimos avances en dirección a la insuficiencia.

En esta nueva fase, impulsado por la idea obsesiva de cambiarlo todo, incluso aquello que no requería cambio, el damnificado comienza a salir de casa, ir de compras, viajar a sitios nuevos –incluso si ello se reduce simplemente a una incursión en un barrio hasta ahora inexplorado. Cambiarlo todo para cambiarse a si mismo. Ese sería el lema. Reinventarse en una versión mejorada, instalar José Luis versión 7.0 con nuevo antivirus actualizado contra troyanos y demás ataques de fuerza bruta compatible con un sistema operativo más rápido y eficiente que permita funcionar con varias aplicaciones simultáneas, reiniciar los trabajos de amor disperso como decía el poeta, someterte al láser para desterrar por siempre las gafas con graduación, modelar tu físico de acuerdo a cánones más actuales, renovar vestuario, concederte caprichos innecesarios, justificar el dispendio injustificable. Sustituir en la memoria del móvil el número del barbero-peluquero del barrio por el del estilista, vencer tu legendaria resistencia al uso de cremas hidratantes anti-aging, anti-poches y anti-rides (Resistencia mantenida hasta hoy gracias a los envidiables genes heredados vía materna encargados de mantener esa tersura y frescor envidiable a tus casi 40 veranos ) en un intento desesperado por hacer retroceder las manecillas del reloj y como en el Monopoly, volver a la casilla de salida, cobrar las 20.000 pesetas y sin pasar por la casilla de la cárcel.

En este proyecto te vuelcas con un entusiasmo renovado a pesar de que dentro de ti sospechas que todo es mentira y que en el fondo ningún cambio sustancial es posible por mucho que te empenes en renovar la fachada. Sin embargo lo cierto es que tanto cambio empieza a hacerte sentir bien mientras dura tu penoso caminar hasta ese nuevo despertar que tanto te prometian los libros de auto-ayuda.
El tiempo, que no se detiene por nada ni por nadie, aprieta su paso y te acerca nuevos meses de abril. Sin avisar, un buen dia la transformacion ha dejado de ser virtualy realmente se ha producido.
Ese cambio externo que se refleja directamente en una nueva actitud despreocupada te va abriendo puertas hasta ahora cerradas para ti. Increíble. Ya en la calle, el jovencito que te mira al pasar y al que raudo respondes con una sonrisa mientras con el rabillo del ojo ves, satisfecho, como le esta haciendo un comentario a su acompañante- amiga cómplice y necesaria comadre en estas escenas- quien, diligente te dirige una mirada de aprobacion.

la vida, encarnada en juventud, te vuelve a sonreir.

La belleza de Matt me crea ansiedad e infelicidad. Me gustaría poder relajarme y disfrutar en tranquilidad de ese regalo que es que un chico como el me mire con esos ojos de enamorado. Porque es a mi a quien mira y no a otro. Y soy yo, que no otro el destinatario de esa sonrisa. Digo yo que deberia bastarme para estar tranquilo y feliz. Y sin embargo no es así. Me crea ansiedad – y creo haberlo dicho ya alguna vez- una intensa y feliz infelicidad.

Nos conocimos en Ipanema durante los carnavales de Rio del 2008. En medio de la multitud de hombres jóvenes y no tan jóvenes que celebraban en la calle la fiesta de la carne me fije en un chaval delgado de pelo negro y rizado y con cierto aire de Rimbeaud maldito que, a una prudente distancia, conversaba con un amigo, apartados los dos de la multitud como el nino superdotado que entre divertido y escéptico, asiste sin mezclarse a la diversión y juerga de sus companeros de clase. El nuevo objeto de mi deseo no estaba solo. Se encontraba acompañado y eso normalmente es una mala señal, me dije –sin duda será su novio…
Matt fumaba indolente mientras mantenia con su companero lo que parecia una conversacion banal. Tras una aproximación cautelosa percibí un cruce de miradas invitador y que reposicionaba al supuesto novio como lo que era, tan sólo un amigo. Las puertas comenzaban a abrirse invitandome a entrar. El corjeto duro poco y la siguiente puerta en abrirse ya fue la de la habitacion del hotel marriott de Copacabana, escena siguiente de esta historia y donde cayo el telon.
Aun pasaria mas de un ano hasta que ese encuentro se repitiese pues a las pocas semanas de mi regreso a Sao Paulo lo qu ehabia comenzado unos meses antes con Luca como una amistad con derecho a roce, se convirtio oficialmente en una relacion. en total estuvimos juntos practicamente un ano, y se puede decir que fue un buen ano, con los altibajos propiso de cualquier relacion. Como no podia haber sido de otro modo, en ese tiempo no tuve ningun tipo de contacto con Matt pues me habia propuesto invertir en serio en esa nueva etapa. Luca y todo lo que el me ofrecia realmente valia la pena. Aunque esa es otra historia y habra de ser contada en otro momento.
El azar quiso que nos reencontraramos de nuevo en outro mes de abril. Yo llevaba soltero, por decision propia casi dos meses. El caso es que desde ese reencuentro, todo paso muy rapido. puede que incluso mas rapido de lo que seria sensato. Especialmente habiendo salido de la relacion con Luca hacia tan poco tiempo. Curiosamente, ahora, metido de lleno en esa nueva historia, me da la sensacion de que no podia haber sido de otro modo.
Viviendo como vivo en Sao Paulo, hemos tenido que aprender a pasar la mayor parte del tiempo a kilometros de distancia. Igual nos pasamos la noche chateando y video-conferenciando y enviándonos links de videos de youtube para compartir.

Youtube ha conseguido lo que las ultimas generaciones de padres y educadores nunca consiguieron, alejar a la juventud de la televisión. Solamente ya por eso ya tiene merito. Si a eso anadimos que se trata de un recurso de entretenimiento totalmente gratuito, miel sobre hojuelas. Y es que poder ver escenas de tus programas favoritos, capitulos enteros de series antiguas, reirte de nuevo con viejos sketches de Martes y 13 en el programa de Nochevieja de hace cuarenta mil anos es un placer muy superior incluso al que te podria proporcionar el omnipresente porno, que por cierto, casi nunca es gratis y que como la vida misma, es bastante probable de que te llene el computador de virus.

Me costó decidirme, pero finalmente me hice el ánimo y he terminado llamando al cerrajero para que cambiara las cerraduras. Tanto Katia, la empleada como Matt me lo habían recomendado para mayor tranquilidad. Al principio me resistí a la idea, pero lo cierto es que Luca nunca me devolvió las llaves tras la separacion definitiva y ya sabemos (o mejor dicho, nunca sabremos) de lo que un corazón partío en combinación con un orgullo herido como el suyo seria capaz de cometer en un momento de enajenación. Total, que cerradura nueva. Me da mucha pena haber acabado de esta manera, yo que siempre adopte la política de puertas (piernas) abiertas con los ex. Pero bueno, por lo menos tenemos un final que aunque no necesariamente feliz para todos, al menos le permitirá avanzar y superar finalmente la ruptura. Y es que ahora entiendo que al querer ayudarle permitiéndole quedarse en mi casa los dias que yo viajaba, usar mi coche, dormir en mi cama , usar el Internet y mi ordenador, lo único que estaba haciendo era prolongar su agonia rodeado de recuerdos.

Por la noche no estoy nunca solo. Los eternos Chet Baker y Ella Fitzgerald me hacen compañía. Y digo eternos porque los dos llevan anos muertos.

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