domingo, 29 de maio de 2011

Un domingo mas

Mañana fría de invierno en este domingo especialmente perezoso tras un sábado inusualmente lleno de actividades. Ayer fuimos invitados a comer en casa de Julio y Luciano para celebrar el cumpleaños de éste. Aproveché que Richard está aquí en casa pasando unos días huyendo de Londres y de la caspa de su trabajo en Oxford para llevarle y dar una nota de color al día.
Antes de ir, pasamos por casa de Matt y aprovecho para comprar un libro en la Livraria Cultura para dar como regalo de cumpleaños. Tras varios minutos indecisos en la sección de novedades, me decido, no si ciertas reservas, por uno titulado Orgia que cuenta las andanzas de un desconocido autor argentino tras mudarse a vivir en los años 70 a Recife, capital de Pernamburco. En España Pernamburco es mas o menos, donde Cristo perdió el gorro, aquí es simplemente un estado mas del Nordeste del país.
Como es habitual en las reuniones en casa de Julio y Luciano, Matt es, con sus veintipocos añitos, con diferencia el mas joven. Entre los invitados contamos con algún que otro abogado, varios chefs, un profesor de yoga, un escultor, un promoter y varios profesionales de márketing como no puede ser menos en una reunión que se precie.
Lo mejor de la soireé fue, como siempre, la sesión de piano que nos ofreció Julio, quien a pesar de sus 35 primaveras es, además de periodista y escritor publicado, un consumado pianista. Pasamos el resto de la tarde del sabado en compañía de Debussy, Beethoven e incluso Rachmaninoff. Por la noche, tras descansar un par de horas en casa, aún tuvímos ánimo de salir de nuevo para encontrarnos con unos amigos en el Pier, un bar de la Vila Mariana inusualmente tranquilo para tratarse de un sabado por la noche. Y es que aquí, en São Paulo, cuando llega el invierno y baja la temperatura a unos 14 grados todo el mundo se muere de frío y ya nadie tiene ganas de dejar el sofá y la mantita para aventurarse a la calle.

Como en mi obsesión por no echar barriga me fuí a dormir sin cenar, hoy me despierto con la sensación de tener un enorme agujero donde normalmente debería de haber un estomago. Sigilosamente y con sumo cuidado para que Matt no se despierte me voy despegando por partes hasta que consigo liberarme y salir discretamente del cuarto. La puerta cerrada de la habitación donde duerme Richard me dice que a pesar de la diferencia horaria, aun no se ha levantado como acostumbra a hacer estos días en que me lo suelo encontrar en el comedor fresco como una rosa, duchado y desayunado escuchando plácidamente la radionovela The Archers a la que es fiel incluso cuando viaja. Me cuenta con cierto orgullo britanico que la BBC viene emitiendo este seriado hablado desde hace 50 anos.
Tras el rutinario repaso a las portadas de los periódicos españoles, entro en Facebook para ver que es lo que hay de nuevo, viejo. Como Facebook, ademas de chismoso, es un fiel secretario que puntualmente te avisa de los cumpleaños (tanto de los que se supone que no deberías olvidarte nunca como de aquellos a los que nunca serías invitado), veo que entre los aniversariantes del día (cómo me gusta esa palabra del portugues!) está Bob Ziegler.
Por algún motivo, decido entrar en su página (hacía meses que no entraba) y me pongo a leer los comentarios que han ido dejando amigos suyos (en Facebook, los amigos de mis amigos, no son mis amigos, sino que continúan siendo los amigos de mis amigos).
A Bobby lo conocí en el ano 2001 cuando comencé a trabajar en la sede europea de la multinacional en la que presto mis servicios y a la que continúo dedicando una gran parte de las horas del día y una menor parte de mi alma. De hecho fue él quien en 2007, el año que dejé Londres para venirme a Brasil, me envió la invitación para crearme una cuenta en Facebook y unirme a sus contactos. En aquella época ya hacía un tiempo que Bobby había decidido dejar atrás empleo y Londres para volverse a su California natal tras unos meses de vagabundeo por África llenos de anécdotas y aventuras etilícas cuyo relato siempre resultaba altamente confuso.
Leo que Adam fué el otro dia a pasear por la isla y que se sentó en su banco favorito, pensó en él y sintió que echaba de menos sus paseos y xarretas. Sharon, por su parte, le ha enviado, hace apenas unas horas, una caja de chocolates virtual. Pat, desde Nueva York, le acaba de convidar a unas cervezas virtuales mientras que Christien le envía una invitación para una reunión de amigos de UCLA. Jonathan ha colgado una vieja foto de 1994 en la que se les ve juntos de acampada y se ríe de las pintas que lucían y del inconfundible parecido con George Michael. También su sobrino de 11 anos ha puesto algo de ir a navegar juntos por la bahia de Newport Beach.
Curiosamente hace ahora casi un año desde aquel sábado en que Bob faltó a su cita para ir a comer con su familia. Su hermano, extrañado, fué a buscarlo y se lo encontró muerto en su cama en su casa de Balboa Island. Un infarto había puesto un punto final a su existencia física. La vida en Facebook de Bobby, sin embargo, continúa, aunque sea solamente una vida virtual.
Ignoro cual es el procedimiento en estos casos, no se si es que a nadie se le ha ocurrido hasta hoy dar de baja su perfíl de usuario o es que se ha decidido dejarlo activo para no tener que despedirse definitivamente y mantenerlo, de alguna manera, vivo. El caso es que mientras estemos en Facebook, nuestra existencia en el ciberespacio nos transciende y sobrepasa incluso nuestra muerte física.

Su perfíl en Facebook nunca recibió tantos mensajes como los que fueron colgados en su wallpaper durante ese fin de semana y continuaron llegando durante las semanas siguientes. Me pregunto si los habrá estado leyendo.



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